Se
iban acercando, se los advirtieron los beats y el bajo constante que crecían
mientras caminaban. Andaban despreocupados y platicaban sobre Lucía, sobre
Mariana, sobre Daniela. Se intercambiaban el tufo de Brandy barato que bebieron
en el pre-copeo.
Ambos habían soportado el tedio de la semana sólo pensando
en el Viernes, en esta fiesta que los inquietaba y abarcaba la totalidad de su
ánimo. Sabían muy bien a quiénes encontrarían ahí, verían las mismas caras del
reventón del sábado, el que acabó cuando
llegaron los policías dispersándolos.
Avanzaban en la oscuridad del camino junto al baldío, el
lodo se les pegaba a los zapatos descargando todo el frío de la lluvia de la
tarde en cada pié. Jorge se tocó el bolsillo derecho; acababan de invertir unos cientos y ahora
traían lo necesario; el dealer les regaló además una a cada quién por ser
buenos clientes. Luis lo sugirió: "ya hay que comérnoslas" . Se miraron
mientras su vaho se comunicaba en silencio de respiración. <¡Va!, de una
vez>
Seguían caminando, sus caras eran descompuestas por el
sabor químico, casi medicinal. Callaron, se sonreían para sí mismos.
Antes que pudieran darse cuenta, los absorbió la nube
discreta del humo que ascendía por todo el lugar. El bajeo constante que los
llamaba como campanadas de iglesia, ahora era revestido con la paleta de
sonidos en contraposición del grave: dictatorial y soberbio, equidistante del
medio, del agudo, del clap y el snare.
Se miraron con cierta satisfacción; conocían al sujeto que
cobraba cincuenta pesos por entrar y, por este pequeño vínculo, habían evadido
la cuota. Jorge encendió un cigarro para suplir la incomodidad, además de
tratar de satisfacer el ansia que empezaba a deslizarse en su cuerpo. Luis, no
tardó en saludar con holgura a la mayoría de los que se encontraban por ahí;
era constantemente intercedido por muchachas escotadas y sujetos tambaleantes
quienes le propinaban un abrazo y una ligera charla.
Para Jorge, la plática inexistente le permitía concentrarse
en ese pulso que crecía y crecía, que comenzaba a apretarle las manos apenas
sudorosas, y esa respiración que se volvía más y más agitada. Toda la euforia
que estaba concentrándose en su cuerpo lo llenaba de impaciencia, pero también
de emoción. Dirigió su mirada hacia Luis, quien no dejaba de reírse
escandalosamente con una pareja, se le acercó decidido:
-hay que chingarnos lo demás
-va, pero primero vamos por una chela
A ninguno de los dos les parecía ya raro cómo se empezaba a
distorsionar el sabor tan peculiar de la cerveza en vaso de plástico, ni cómo la tomaban con premura a la par de
los cigarros que prendían y prendían. Y luego, probaron más sabor químico, más
cápsula que se disuelve en las entrañas liberando, más cartón desapareciendo en
las encimas bucales.
Luis orina en el inundado baño, solo, recargado con una
mano en el azulejo, mira manchas, manchas, manchas, manchas de colores, unas
acá, otras
Acá Acá Acá
¡¡¡¡Atrás!!!!
-¿Qué pedo wey?, ¡ya te ves hasta la madre!
Se faja de nuevo, sale lentamente reincorporándose casi
asustado pero riéndose de sí mismo. Se encuentra a dos jovencitas concentradas,
las dos mirando la pequeña bolsita con polvo, Luis, hace como que se peina, las
abraza y las bromea.
Jorge está en medio de todos, busca a Luis que no regresa
del baño, hay alguien a un lado que intenta hablarle:
-El otro día en casa de
Martha, estábamos parados y de repente entró
su mamá…. …
-ahorita regreso ¿va?
Jorge
entra al baño:
a)- ¡No mames!
b) MANCHAS (regresar al baño con Luis)
c) espejo
a) ¿Eres Jorge verdad?
-sí, ¿qué onda?
En toda esta
conversación, el interlocutor, no dejaba de contar anécdotas pasadas, a las que
Jorge solamente fingía escuchar, y, de cuando en cuando, sonreía en el momento
en que creía conveniente.
Pero lo que no advertía
nuestro pasajero personaje, es que Jorge estaba abstraído en vaivenes de
pensamientos que fluían con la rapidez de sus latidos, y que eran tan fugaces,
que no alcanzaban siquiera a formularse
como una idea:
Daniela ¡estoy hasta la madre!
Mi casa
ya
gasté mucho Otra
chela
Se me acabaron los
cigarros
¡No
tengo ni idea de qué me habla este güey!
¡No
Mames!
c) El
espejo:
Jorge
entró de pronto al baño, lo eligió como un refugio. Ahí dentro, el bullicio era
matizado con el olor a orines. De nuevo el kick constante 120 bpm. Fingió tener
deseos y se abrió la bragueta simulando frente al mingitorio. |(opcional b)| Alguien que entró con
pestilencia de solvente, le toco la espalda y balbuceó algunas cosas tratando
fallidamente de concentrar la mirada en un solo punto, el extraño permaneció
inerte y volado. Jorge, no dijo nada, se dirigió al lavabo y se mojó las manos.
Había un espejo delante, lo sabía, pero no quería mirarlo aún. Con sus dos
manos se llevó agua fría a la cara, y al retirarlas, se enfrentó con su
reflejo. Las pupilas negras y dilatadas crecían y crecían dentro del
espejo, lo retaban duramente a
conciencia, lo mareaban hasta el límite y le delineaban ojeras alrededor de los
ojos, se vio más grande y marchito.
Al
dejar que secara el agua que escurría por sus mejillas, se aproximó a la
salida, y desde ahí, pudo ver a Luis, quién seguía con una chica vestida de
negro, que inhalaba interminable cocaína desde una llave y se dejaba tocar por
encima de la ropa.
A Luis, le había llegado; el mareo brusco de
no saber bajo qué efecto se encontraba, le desorbitaba los ojos y le tensaba
los dientes. Aun con esto, no se dejó vencer, dejó a la chica cocaína y salió
en busca de nuevas charlas y señoritas. Poco le importaba ahora Jorge, que se
encontraba absorto en un punto de la fiesta, solo y contento. Para estos
momentos, Luis, tenía la satisfacción de ser una persona querida y popular,
aquella que la mayoría deseaba que les compartiera risas y burlas, sólo para
disfrutar enteramente de la fiesta. Tuvo
la certeza de que era así, porque desde su visión cualquier interlocutor lo
lisonjeaba amablemente, y las jóvenes le regalaban sonrisas y alguna que otra
una caricia, hubo incluso quién se atrevió a darle un beso en la boca mientras
Luis hablaba.
Jorge por su parte, pasaba del
estado alterado a uno más consiente y sosegado. Como no había encontrado a
Luis, y la fiesta estaba por terminarse, decidió aceptar el aventón que le
propuso Mariana, aunque en realidad, era una fachada para besuquearse en casa
de ella.
Luis siguió la fiesta intensamente,
cada vez más crecía su popularidad y bailaba insospechadamente al frente del
DJ, volteaba a todos lados, y encontraba a los asistentes aplaudiéndole y
viéndole con sonrisas, como si disfrutaran más el baile del él que uno propio.
Para Jorge no importaba realmente
nada, Mariana estaba tendida sobre la cama, ella, desnuda, estaba cubierta con
una suave cobija rosa; lo miraba y acariciaba el torso liso de él y lo trataba
de sumir en el calor del romance; pero él, sentía de nuevo la agitación
primera, y le llegó de pronto ese sabor amargo a la boca, el cuál, expulsó con
vómito súbito manchando toda la alfombra. Salió corriendo avergonzado. Al
salir, la lluvia empapó su liviana vestimenta. Siguió corriendo, tremulante y
agitado. Tropezó cayendo, y de su cabeza emanaron chorros de sangre que se
disolvía con el agua de un charco, ahí permaneció, inerte.
Luis no dejaba de bailar al centro,
la noche era eterna, y no sentía cansancio. Continuaba acaparando la atención
de todos.
Distintos finales tuvieron los dos
amigos, en ese momento, ninguno se acordó del otro, eran tan parecidos, y a la
vez tan diferentes. Se querían y se odiaban, pero no podían estar alejados tanto
tiempo uno del otro, como uno solo.
Dicen que Jorge Luis, era un buen
muchacho, pero esa noche perdió la cordura, unos, dicen que ya estaba loco,
pero la mayoría lo achacaba a las drogas. Dicen que lo vieron mal desde el
principio de la fiesta, pero que era normal. Dicen que Jorge Luis hostigaba a
las chicas, y que intentaba abrazar fallidamente a los hombres. Mariana dice
que se intentó despedir de él, pero él, sólo hablaba incoherencias mientras la
veía. Dicen que seguía al centro de la pista cuando ya no había música y todos
se habían ya ido, pero nadie se acercó. Lo vieron tirado y cubierto en vómito los
dueños del sonido que fueron a recoger cosas al día siguiente.
Dicen, que Jorge Luis nunca tuvo un
amigo, que era una sombra en todas las fiestas, que su presencia era repulsiva,
pero que era un buen muchacho.
Sergio Ruiz
Tell me when the party's over
Call me when the music stops
When your champagne glass is empty
I will come and pick you up
Call me when the music stops
When your champagne glass is empty
I will come and pick you up
Jay Jay Johanson

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Creado a partir de la obra en http://checochecho.blogspot.mx/2012/07/reven.html.
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