domingo, 8 de abril de 2012

Aleteo de insomnio


al mismo tiempo que escribo esto, tengo en mi mano derecha una camiseta semi-apestosa la cual uso a manera de arma, para defenderme de esos ataques tan severos que me propinan las entidades voladoras de la habitación; en este caso me bato en una contienda por la supremacia del espacio aéreo con una mosca de gran tamaño, cuerpo azulado y ruidosas alas que crean sonidos más graves que otras. Ha sido una combatiente valerosa, y aferrada a la vida: Tengo la sospecha que ha resucitado, pues hace un par de horas le propiné unos buenos camisetazos, y su cuerpecito regordete cayó, justo debajo del foco, evidenciando el mosquicidio, se le veía una alita doblada y se percibía inmóvil, me retiré de sus restos, casi con reverencial respeto, pero también con satisfacción.

Antes de esto, volaba con soltura, inadvertida de mi enojo, o tal ves no? desconfío cuando vuela en círculos chuecos, justo al rededor de donde estoy, se pasea detrás de mi cabeza acrecentando ese zumbido grotesco tan susceptible de aborrecer. Controlaba su vuelo por ventanas y paredes altas, interrumpiendo mis vagos pensamientos, interrumpiendo también banalidades, pero no importa, me sentí agredido, cual canino en su territorio, y me molestó su actitud, cual si fuera una hermosa mariposa, se postraba ante mi, en medio de la gran pared blanca, para que la admirara, pero no la podía soportar "éstas son las cosas que me descomponen" (como dijera una liebre), ante todo, detesto su soberbia y atrevimiento, la odio porque es fea y gorda, y porque no se calla, su cuerpo lleno de cebo y mugre, numerosos ojos mal proporcionados, y una especie de trompa con la cual succiona toda la mierda que encuentra, con la cual chupa cualquier dulce, y unos ralos pelillos para adornar esa horrenda creación. Lo peor es que aún con el conocimiento de todo lo anterior, se atreva a querer llamar mi atención de la manera más castrante.

Debo decir que no siempre me tomo el compromiso de una lucha con este tipo de entes, hay veces en que mi buen humor sofoca sus impertinentes provocaciones, pero en otras, como hoy, la batalla fue inevitable, la vi, y sé que ella me miró tambien, y aún así optó por el reto, aguardé un poco, esperando, que partiera por el espacio que se hacía en la puerta casi cerrada, pero no lo hizo, hubo silencio, y luego un zumbido, y éste crecía y decrecía. Ella se escondía entre la reberberancia que crea el foco cuando lo ves directamente, (un truco bien aprendido entre sus similares) acto cobarde considero, luego se puso justo frente a mi vista, en esa gran pared blanca, y ahí, se veía como una oda a la imperfección de la blancura, luego con osadía y soberbia, se posó, sobre mi desnudo dedo del pie, el más gordo, y comenzó a frotar sus patitas para dejar su suciedad en mí, sentí su mirada burlesca, y encendió mi ira, me abalancé sobre ella, con un calcetín que estaba a mi lado, pero no fui muy certero, y ella evadió mi ataque, hube que olvidar y dejar lo poco que estaba haciendo. Comenzó la parte crítica de esta contienda. Parado, con el calcetín en mi mano en posición de ataque, justo en medio de la habitación, agudizando los sentidos, para saber donde estaba, volteando a todos lados, sigilosamente, y abanicando en el aire, al primer zumbido que escuchaba, sé que mi cara se empezaba a descomponer, pues debí verme como un perfecto imbecil con la boca abierta y mirada esquizofrénica, pues sentía sus burlas cuando escuchaba el revoloteo de sus alas cerca de mis oídos, entonces, casi decidía abandonar esta empresa, pero era demasiado tarde, la muerte acechaba, y no cabíamos ambos en esta habitación, nuestro ego era muy grande. Violando mis propios estatutos, tomé la casi apestosa camiseta azul como arma, es más grande, aumentan las probabilidades. Entonces la vi, parada sobre el muro azul, inmovil, ahora ella se escondía, presentía el peligro, me acerqué con sigilo, contuve la respiración... y lanzé mi golpe, fallé, pero en seguida la volví a ver casi en el mismo lugar, pretendiendo engañarme, pero volví a golpear, esta ves mi camisetazo fue certero, y salió volando al suelo, respiré, y mirando con furia busque su cadaver de mosca, fue cuando la vi, no con lástima, sino con alivio, casi con un poco de nostalgia, tirada sobre su costado, con las patitas chuecas y encogidas, como si hubiera sufrido en los últimos momentos, no sé qué sensaciones arrancó, supongo que resucitó alguna emoción, y por esa razón traté de respetar sus restos, que estaban postrados ahí, bajo el foco, silenciando el presente.

me aburrí y regresé a hacer otras cosas, el tiempo siguió avanzando, como siempre, y esta historia casi estaba olvidada, hasta que volví, con desconfianza por mis salud mental, a escuchar zumbidos, lejanos sí, pero eran zumbidos, busqué con horror sus restos, y habían desaparecido, fue entonces que empecé a escribir esto, y mientras tanto, no ha dejado de molestarme, y he estado a punto de matarla de una vez por todas, pero esta ves detuve mi ataque, creo que con todo esto, le he tomado cariño, y ahora ella está descanzando, a mi vista, en las persianas, no sé si ir, y acabarla.

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